domingo, 16 de febrero de 2014

Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman * LA TERCERA GUERRA MUNDIAL. APROXIMADAMENTE*. Episodio 7 – Doscientos mil calmucos furiosos



El comanche Molotov estaba tan ebrio que veía que los doscientos mil calmucos complotaban contra su vida, con Kirsán Iliumzhínov a la cabeza. Tenía un ataque de multiparanoia, el síndrome clásico de los capitanes de barco.
—¡Arden las jarcias! —gritaba en medio del delirio—. ¡Liberen las anclas de babor! —seguía—. ¡Que nadie despliegue más velamen! —Y el llanto del moledor de papas era inconsolable.
En efecto, Matasellos lloraba en silencio mientras exprimía las papas. Su querido comanche estaba por dar las últimas hurras y quedarían a merced de ese calmuco mediocre que no bebía vodka ni probaba el combustible de sus granadas, ni ensayaba nada más que cosas absurdas. Pretendía, por ejemplo, armar un ejército de seres diminutos, robots más pequeños que un glóbulo rojo. Estos seres podrían apoderarse del mundo y serían un buen motivo para que se desencadenara una guerra para obtenerlos y quitárselos. A esto seguiría una matanza infame, que era lo que quería el perverso organizador.
—¡Por los escitas rebeldes, los tayikos rebeldes, los pastunes rebeldes! —gritaba su incomprensible letanía, mientras mezclaba jugos humeantes y peligrosos con parafina—. ¡El mundo gritará de horror porque la guerra empezará debido a que este calmuco se puso un supositorio de ojos nanoclonados con vodka donde marca la ortodoxia que van puestos los supositorios! —Esta exclamación fue tan clamorosamente enloquecedora que hasta el comanche Molotov abandonó su propio delirio y, con la boca abierta, debió conceder que el suyo era un delirio infantil frente al del calmuco. Fue entonces que decidió que había que ponerle fin a ese dislate o el mundo, tal como lo conocían en aquel entonces, estaría acabado.
—¡Cállese de una vez, hijo de la horda! Que en un momento de debilidad y carencia hayamos tenido acceso carnal el uno con el otro no lo faculta a disponer de la vida de millones de inocentes seres humanos.
—¿Usted no estaba navegando por las sórdidas aguas del delirium tremens, con las jarcias al viento y la botavara fuera de la bragueta? —El calmuco contempló a Molotov con toda la benevolencia de la que era capaz y acarició la hirsuta mejilla de su socio—. Mi buen comanche, ¿qué lo incita a suponer que yo voy a disponer de la vida de millones de inocentes seres humanos? Lejos de mí tal despropósito.
—El supositorio de ojos nanoclonados con vodka —musitó Molotov.
—Es cierto que por un momento jugueteé con la idea de ponerme los ojos donde marca la ortodoxia que van puestos los supositorios, pero ya he descartado esa posibilidad. Imaginé las implicancias y me fui al mazo.
—¿Qué implicancias?
Ramzán Kadilluzhínov suspiró. —Las implicancias sexuales. ¿Cree que eso es gratis? ¿Alguna vez se le ocurrió especular acerca de lo que podría hacer la adicción a los supositorios en la sexualidad de un hombre? Estamos hablando de autosodomización, querido Mikhail Vyacheslovich Molotov.
—Recuerde aquella vez, en Kyzyl, cuando jugamos con la botella vacía de vodka, debajo de las frazadas en la única cama de la única cabaña libre de aquella miserable aldea.
—Kyzyl es hoy una hermosa ciudad de más de cien mil habitantes.
—No desvíe el eje de la conversación.
—Ah, ¡qué bellos recuerdos me trae Tuvá —siguió el calmuco si prestar atención a las protestas de Molotov—. El Khuresh, el Khuresh es algo único, esa la técnica vocal del canto difónico o canto de la garganta.
—Ya sé qué es el Khuresh. No hable para los lectores que es de pésimo gusto literario. Y si no saben qué es el Khuresh, que averigüen en la Wikipedia.
—¿Recuerda a Sharig-ool Oorzhek? ¡Qué mujer tan hermosa!
—Sharig-ool Oorzhek era un travesti tuvano que nos recordó a Dinah Offshore, que era, en realidad, Jonaisius Volentereas, el leñador pomeranio.
—Hablando entre nosotros, comanche, ¿dónde están las mujeres?
—En los hospitales. Dicen que las enfermeras son multiorgásmicas. Y si se las incentiva con una exacta mezcla de vodka, epoxi y cortizona, se vuelven megaorgásmicas.
—¿Está insinuando que si yo, o usted, por ejemplo, cualquiera de los dos, tuviera una emergencia médica y llegara al hospital con ese brebaje escondido en una botellita…
La conversación se le fue de las manos a los interlocutores y una espesa nube de orgones sintéticos impidió nuestro acceso a los resultados de la misma. Dejemos que los lectores imaginen esta parte o esperen al próximo viernes, cuando entreguemos el siguiente episodio de la serie.

viernes, 7 de febrero de 2014

Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman * LA TERCERA GUERRA MUNDIAL. APROXIMADAMENTE*. Episodio 6 – Orgasmos seriales



—Nunca había experimentado tantos orgasmos seguidos —gime la enfermera. Está flotando en el espacio virtual de la sala de descanso del hospital. El médico le ha suministrado cuanta sustancia está a su alcance, pero no logra morigerar el efecto que las voces causan en la psiquis alterada de su asistente.
—Por última vez —chillan las voces en el interior del calmuco—. Estamos tratando de que Ramzán Kadilluzhínov no se salga con la suya.
—Pero es taaaaan delicioso —suspira la enfermera—. Me habían hablado de la multiorgasmicidad, pero nunca la había experimentado hasta hoy.
—Aclaremos esto —dice el médico tratando de invertir el coma inducido del calmuco—. ¿Qué tienen que ver ustedes con todo este asunto de la fábrica de piedras móviles y el cargamento de epoxi que fue interceptado en la ruta tres por una horda de ranqueles defasados temporalmente?
—El epoxi, justamente —dicen a coro las voces, una suerte de Niños Cantores de Viena Invisibles.
—Quiero epoxi —dice la enfermera—. ¿Me das epoxi, Gus? —La enfermera, Dorila Zalazar de Rivadeneira, nunca había tratado al doctor Gustavo Guastavino con semejante familiaridad—. Me encantaría seguir orgasmeando.
—Ese estado —dice imprevistamente el calmuco, saliendo del coma como por arte de magia, aunque la nuestra es una narrativa netamente cientificista, conviene remarcarlo una vez más para que los lectores no se llamen a engaño—, lo logran las calmucas oliendo j’ithay a orillas del canal Kuma-Manych que trae las aguas del torrentoso Terek. El j’ithay nace de un alga…
—¡Silencio! —exclama el coro de voces—. Hemos tomado el control del calmuco llamado Ramzán Kadilluzhínov. Vamos a evitar la proliferación de piedras movedizas fabricadas con epoxi. Las alucinaciones producidas por el epoxi vodkeado serán las desencadenantes de la Tercera Guerra Mundial, por si no lo sabían. Y ustedes, sí ustedes —remarcan las voces; parecen un dedo acusador meneándose delante de la cara del médico y la enfermera— serán los responsables si no detienen a este hombre de inmediato, lo narcotizan y lo echan a la olla a presión.
—Pero eso es precisamente lo que él ha estado pidiendo —protesta el médico.
—No le crean. Narcotícenlo y métanlo en la olla.
—Aquí hay algo que no cierra —dice la enfermera, quien a pesar de seguir en estado multiorgásmico razona mejor que un diputado nacional de centroizquierda—. Llegó gritando: ¡Tengo un ojo en la sangre! ¡Tengo un ojo en la sangre! ¡Tengo un ojo en la sangre! ¡Mátenme antes de que el ojo descubra el secreto! ¡La tercera guerra mundial podría estallar!
—Delira —dicen las voces—. La mezcla de vodka y epoxi es fatal. Potencia la acción de los neurotransmisores y actúa a nivel cuántico.
—¡Doctor! ¡Estas voces están tratando de controlarlo!
—Bueno —contesta él con sorna—. Parece que con usted han hecho flor de trabajo.
—Eso no quita que el médico acá es usted y no puede creer toda esa basura de los neurotransmisores cuánticos.
—¿Escuché una enfermera dándole lecciones al médico? —La voz proviene del agujero de ventilación de la sala de flote y se parece a la del calmuco dopado.
El médico asiente como asiente un asistente a una misa de gospel, con una media sonrisa que en sus labios tiene el dejo amargo de la beldad robada.
—Dejémosle la cuántica a los cuánticos. Concentrémonos en estos ojos, saquemos al calmuco de su coma para que pueda contarnos cómo los hizo —repite el médico como en un trance escénico, repitiendo movimientos que se parecen a los que realiza un sacerdote umbanda.
La enfermera, resistiéndose a tener otro orgasmo, piensa que el desastre más grande podría tener como antesala un orgasmo sin que ello significara ningún peso simbólico contra el mismo. Pero ese pensamiento, piensa a su vez, es de otro folletín, no de este.

Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman * LA TERCERA GUERRA MUNDIAL. APROXIMADAMENTE*. Episodio 5 - Interludio sobre mecánica de las piedras movedizas



La Naturaleza, razonó una vez el príncipe Víctor McSuere, del Reino Perdido de Hiperbórea, no proveyó a las piedras de movimiento debido a su voluminoso carácter, lo que las convertiría en máquinas muy masivas de moler propiedades y ganado, aparte de gente. Ese razonamiento, a lo largo de los años ha ido haciéndose letanía en libros de zoología, los que excluyen a las piedras de los seres semovientes por el mero hecho de que no se mueven. Y es correcto que así sea, nos parece. Sin embargo, en algunos lugares del mundo, la misma Naturaleza, con su humor patafísico, se encarga de desmentir tal afirmación y desparrama piedras movedizas. Está el caso de la piedra que late en los más insólitos lugares del mundo, si se quiere, ya que se la suele encontrar en sitios como las cuevas de la Rata y el Dragón, en las islas David García, o en ese otro lugar remoto de la llanura pampeana, en la que la piedra que late fue convertida en numen por los ciudadanos de la localidad, aunque a pocos kilómetros de ahí, una plataforma de gran tamaño ostenta la marca mayúscula en superficie plana asequible a los humanos que, una vez montados sienten el vértigo de pendular en las alturas sometidos a la voluntad de una piedra, si ésta tuviera voluntad.
En rigor, debemos decir, no se trata de piedras semovientes, por más que esto descorazone a algunos políticos y sacerdotes de varias religiones (recordamos acá, a modo de ilustración, la religión de los Escénicos, un grupo neuroasiático que considera que el corazón de la piedra alguna vez fue dios, pero que se endureció de ira). Decimos de una vez por todas que se trata de equilibrio de las piedras, las cuales oscilan por excitaciones diversas.
En algunos lugares, lamentablemente, las piedras caen. Su caída provoca destrozos de varios tipos pero, sobre todo, emocionales. Por eso, nuestra compañía destacó a dos científicos, uno de origen calmuco, otro de estirpe rusa, para que desarrollen la gran máquina de generación de movimiento en piedras. Esto trae alegría en cuerpos desahuciados por tristezas centenarias y futuras aplicaciones en molienda, apertura de nueces, botellas, etcétera.
Nuestro sistema, único y universal, se basa en la clonación de una piedra mediante una ultra copiadora láser 3D de siliconas recubiertas de una resina epoxi especial, que reproducen con gran fidelidad los detalles de las rocas y los dotan de un hueco en el que se instala, entre otros adminículos de fijación, un complejo mecanismo, que será descrito abajo, que hace que oscilen paramétricamente. Este mecanismo tiene un complejo sistema de interconexión de las diferentes partes de las diferentes cubiertas con los elementos móviles mediante cuerdas hechas de hilos de arañas especiales de Baizhenur, en las estepas centrales del Bajikistan Superior. Estas arañas son conocidas porque elaboran una tela que ha sido usada para tender un puente peatonal sobre el río de la Madre en el cañón de Phylus, bautizado por Alejandro el Macedonio como La Garganta de Aristóteles, pero luego rebautizado por el Primer Comandante del Czar Eugenio como “La Garganta del Diablo”, para parecerse a tantos otros lugares turísticossimilares.
Mediante un sencillo sistema de poleas y engranajes, con caja diferencial automática, los hilos mueven una masa descentrada compuesta por miles de millones de nanobots de inteligencia artificial que desplazan el centro de inercia del sistema con ritmo variable según el estímulo programable. Se sabe que algunos usuarios han logrado que las piedras se muevan al ritmo de “Blueberry Hills”, “Los ejes de mi carreta”, o varias otras canciones de gran connotación emocional.
Estos nanobots son construidos mediante un procedimiento que se mantiene en reserva, pero tienen funcionalidad y forma de ojos diminutos porque captan la luz que se filtra por los resquicios estudiados en la estructura 3D y mediante la polarización de la luz determinan los movimientos adecuados sin necesidad de contactos externos con anemómetros, relojes u otros instrumentos. Se puede decir que es un vuelo a ciegas controlado por ojos.
Hasta aquí la propaganda. Lo que no dicen los fabricantes de estas piedras es que existen designios oscuros, tanto en el científico de origen ruso, no por nada vinculado a la Asociación Universal De Pacifistas Costo Cero y más aún en el calmuco, un oscuro personaje que recuerda mucho al Presidente de FIDE y de quien aún no mucho se ha podido averiguar al momento de componer este interludio. Pero retomemos el hilo central de la historia para que esta fluya libremente y penetre hasta el tuétano de los amables lectores que nos han seguido sin claudicaciones hasta este punto.

Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman * LA TERCERA GUERRA MUNDIAL. APROXIMADAMENTE*. Episodio 4 – Sobre vampiros y zombies - Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Harman


El comanche Molotov pensaba que la botella de vodka había bajado apreciablemente desde la última vez que la viera y estaba interpelando a unos técnicos. Sospechaba del calmuco. “Un calmuco siempre tratará de fregar a un ruso. Yo soy ruso, él calmuco. Enthyméme. Silogismo perfecto. Touché”. Así que Molotov no podía hacer otra cosa que mirar al calmuco con la vista torcida. Y así siguieron las cosas, cargando tensión, hasta que por fin, sin quererlo, el calmuco vino al pie con su tono irritable de siempre, lo que lo hacía parecerse peligrosamente a la suegra sorda de Molotov.
—¿Cómo hace para distinguir el combustible para las bombas del vodka, camarada? —dijo.
—A uno le pongo una etiqueta donde dice “Combustible Bombas” y al otro le pongo una que dice “Vodka”, camarada.
—¡Eso es bastante estúpido, comanche!
—¡Más estúpido será su abuelo!
—Modere su lenguaje, camarada.
—¡Y usted su ingestión alcohólica!
—Sólo pruebo la calidad de los combustibles…
—¡Adicto! ¿Cómo un comanche puede ser adicto?
—Soy un hombre de ciencia y tecnología. Sé distinguir un buen combustible. No tomo vodka.
—¡Pero si es lo mismo! Lo saca del mismo recipiente y le pone diferentes etiquetas a los frascos. Además, salen de la misma destilación de las papas podridas. ¿Qué quiere que le diga?
—Tester. Soy un tester, no un alcohólico. Pruebo combustible para la causa.
—Mire. No sé cuál será su causa, pero mucho me temo que es el alcoholismo, lo mire por dónde lo mire. No me dejo engañar ni por usted. ¡Nominalista! Además, le digo por si se le olvidó. La Unión Soviética fue sorteada entre algunos soldados hace más de seis décadas. No sé de qué causa me está hablando ni si puede haber causa. Usted está loco y punto.
—Siempre hay una causa a la que le vienen bien nuestras granadas. Insisto. El alcohol es el alcohol. El combustible es otra cosa. Lo que pasa es que usted de química no entiende nada.
—¡Ahí está! Argumentum ad baculum. Típico de los comanches.
—¡Y dale con el latín! —grita el médico off shore desde uno de los bloques impares.
—¿Por qué no va a freír churros, calmuco de morondanga?
—Porque los churros me producen escalofritos, comanche.
—¿Está listo para protagonizar una de Romero?
—¿Por qué lo dice?
—¡Porque nosotros desataremos la Tercera Guerra Mundial, hombre!
—¿Y eso qué?
—Que la cuarta la pelearán, según dijo Einstein, lo que quede de los hombres (para mí, si quiere mi opinión, serán homínidos) con palos y piedras.
—¿Y qué tiene que ver George Romero?
—Y que la quinta guerra… será protagonizada por zombis y vampiros.
—¿Vampiros? ¿De qué cornos habla, comanche caradura?
—¡Vampiros, hombre! Como Drácula. Vlad Tepes, el empalador en su versión jolibudesca avant la leerte.
—¿Ahora francés? —se queja el médico mentado hace un par de líneas.
—No me diga que usted cree en esas zonceras para niños pequeño burgueses, comanche. No hay caso, finalmente se ha convertido en una máquina de repintar obviedades. Mire que así se comienza la decadencia. Caer en el discurso de un enemigo intrínsecamente equivocado es el peor paso. Necesita más para convencerme, amigo.
—¿Quería hablar conmigo, calmuco? —dijo Mefistófeles de atrás de una cortina, apareciendo en una neblina de azufre con un olor a huevo podrido más hediondo que baño de estación de trenes porteña en verano.
—¡Usted no es más que Matasellos —dijo indignado el calmuco dirigiéndose a la cortina —¡Me extraña que un ayudante de destilería de pronto tenga tiempo para andar jugando a las escondidas!
—Disculpe patrón —salió disculpándose Matasellos con la mirada en los pies, el más grande destilador de papas después del conde Vodkánowicz-Thiesen, legendario inventor del vodka con amaranto y piel de rughetta, delicatessen de la frontera polaco-rusa del siglo XXI—. Hice como usted me dijo pero no funcionó. Este calmuco es diabólico —señaló.
—¡He aquí un calmuco que desencadenará la Tercera Guerra Mundial! ¿Tuvieron la peregrina idea de que caería en trampas tan infantiles como decimonónicas? ¿Se olvidaron acaso de mis lecturas, de mi asimilación de las filosofías modernas?
—Bueno, si no me necesita más, patrón —dijo Matasellos— sigo preparando vod… digo, el combustible.
—Andá nomás —dijo Molotov con displicencia— esto lo arreglo yo. —Y dirigiéndose al calmuco—: Esta es una idea que tengo para cuando hagamos la representación de la Guerra.
—¿Representación? ¿De qué carajos habla?
—¿Qué instrucciones tiene?
—¿Representación? ¿Quiere decir que esto será sólo efectos especiales para alguna película de Hollywood?
—Bueno… no precisamente. Entendemos que una lección de humildad hará recapacitar a las naciones guerreras y harán que depongan…
—¿Que depongan qué, a ver?
—Siendo que la proyección será con gas mostaza para los del palco avanzado, con algunos litros de sangre para que jueguen los adultos y niños, sonido cacofónico sinfónico y en butacas para observar 3D omnidireccional, en butacas reclinables hasta la posición féretro, creemos que será harto convincente.
—¡Con el único instrumento que quiero oír ruidos cacofónicos es con el mío! ¿Ve? —y el mal educado comenzó a pitorrear con su boca y lengua en la posición típica del pedorreo. Un espectáculo, en verdad, deleznable.
—¡Patético! Ahora pretende imitar a con Joseph Pujol, Le Petomane. ¿No le da vergüenza?
—No sé de qué habla. Yo inventé el cacosinfonismo, también llamado pedofilia blanca melódica y rítmica.
—Además de patético, mentiroso. ¡No puedo creer que nos hayamos asociado!
—¿Somos socios, nosotros?
—No sólo socios. ¡Estamos comprometidos!
La mente de Ramzán Kadilluzhínov inició un turbulento proceso que lo llevará, casi al final de esta serie, a formar parte del equipo de perforación de agujeros negros de la extragalaxia Angelina Jolie, pero no nos adelantemos y brindemos un poco de respiro a nuestros apabullados lectores.