viernes, 7 de febrero de 2014

Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman * LA TERCERA GUERRA MUNDIAL. APROXIMADAMENTE*. Episodio 4 – Sobre vampiros y zombies - Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Harman


El comanche Molotov pensaba que la botella de vodka había bajado apreciablemente desde la última vez que la viera y estaba interpelando a unos técnicos. Sospechaba del calmuco. “Un calmuco siempre tratará de fregar a un ruso. Yo soy ruso, él calmuco. Enthyméme. Silogismo perfecto. Touché”. Así que Molotov no podía hacer otra cosa que mirar al calmuco con la vista torcida. Y así siguieron las cosas, cargando tensión, hasta que por fin, sin quererlo, el calmuco vino al pie con su tono irritable de siempre, lo que lo hacía parecerse peligrosamente a la suegra sorda de Molotov.
—¿Cómo hace para distinguir el combustible para las bombas del vodka, camarada? —dijo.
—A uno le pongo una etiqueta donde dice “Combustible Bombas” y al otro le pongo una que dice “Vodka”, camarada.
—¡Eso es bastante estúpido, comanche!
—¡Más estúpido será su abuelo!
—Modere su lenguaje, camarada.
—¡Y usted su ingestión alcohólica!
—Sólo pruebo la calidad de los combustibles…
—¡Adicto! ¿Cómo un comanche puede ser adicto?
—Soy un hombre de ciencia y tecnología. Sé distinguir un buen combustible. No tomo vodka.
—¡Pero si es lo mismo! Lo saca del mismo recipiente y le pone diferentes etiquetas a los frascos. Además, salen de la misma destilación de las papas podridas. ¿Qué quiere que le diga?
—Tester. Soy un tester, no un alcohólico. Pruebo combustible para la causa.
—Mire. No sé cuál será su causa, pero mucho me temo que es el alcoholismo, lo mire por dónde lo mire. No me dejo engañar ni por usted. ¡Nominalista! Además, le digo por si se le olvidó. La Unión Soviética fue sorteada entre algunos soldados hace más de seis décadas. No sé de qué causa me está hablando ni si puede haber causa. Usted está loco y punto.
—Siempre hay una causa a la que le vienen bien nuestras granadas. Insisto. El alcohol es el alcohol. El combustible es otra cosa. Lo que pasa es que usted de química no entiende nada.
—¡Ahí está! Argumentum ad baculum. Típico de los comanches.
—¡Y dale con el latín! —grita el médico off shore desde uno de los bloques impares.
—¿Por qué no va a freír churros, calmuco de morondanga?
—Porque los churros me producen escalofritos, comanche.
—¿Está listo para protagonizar una de Romero?
—¿Por qué lo dice?
—¡Porque nosotros desataremos la Tercera Guerra Mundial, hombre!
—¿Y eso qué?
—Que la cuarta la pelearán, según dijo Einstein, lo que quede de los hombres (para mí, si quiere mi opinión, serán homínidos) con palos y piedras.
—¿Y qué tiene que ver George Romero?
—Y que la quinta guerra… será protagonizada por zombis y vampiros.
—¿Vampiros? ¿De qué cornos habla, comanche caradura?
—¡Vampiros, hombre! Como Drácula. Vlad Tepes, el empalador en su versión jolibudesca avant la leerte.
—¿Ahora francés? —se queja el médico mentado hace un par de líneas.
—No me diga que usted cree en esas zonceras para niños pequeño burgueses, comanche. No hay caso, finalmente se ha convertido en una máquina de repintar obviedades. Mire que así se comienza la decadencia. Caer en el discurso de un enemigo intrínsecamente equivocado es el peor paso. Necesita más para convencerme, amigo.
—¿Quería hablar conmigo, calmuco? —dijo Mefistófeles de atrás de una cortina, apareciendo en una neblina de azufre con un olor a huevo podrido más hediondo que baño de estación de trenes porteña en verano.
—¡Usted no es más que Matasellos —dijo indignado el calmuco dirigiéndose a la cortina —¡Me extraña que un ayudante de destilería de pronto tenga tiempo para andar jugando a las escondidas!
—Disculpe patrón —salió disculpándose Matasellos con la mirada en los pies, el más grande destilador de papas después del conde Vodkánowicz-Thiesen, legendario inventor del vodka con amaranto y piel de rughetta, delicatessen de la frontera polaco-rusa del siglo XXI—. Hice como usted me dijo pero no funcionó. Este calmuco es diabólico —señaló.
—¡He aquí un calmuco que desencadenará la Tercera Guerra Mundial! ¿Tuvieron la peregrina idea de que caería en trampas tan infantiles como decimonónicas? ¿Se olvidaron acaso de mis lecturas, de mi asimilación de las filosofías modernas?
—Bueno, si no me necesita más, patrón —dijo Matasellos— sigo preparando vod… digo, el combustible.
—Andá nomás —dijo Molotov con displicencia— esto lo arreglo yo. —Y dirigiéndose al calmuco—: Esta es una idea que tengo para cuando hagamos la representación de la Guerra.
—¿Representación? ¿De qué carajos habla?
—¿Qué instrucciones tiene?
—¿Representación? ¿Quiere decir que esto será sólo efectos especiales para alguna película de Hollywood?
—Bueno… no precisamente. Entendemos que una lección de humildad hará recapacitar a las naciones guerreras y harán que depongan…
—¿Que depongan qué, a ver?
—Siendo que la proyección será con gas mostaza para los del palco avanzado, con algunos litros de sangre para que jueguen los adultos y niños, sonido cacofónico sinfónico y en butacas para observar 3D omnidireccional, en butacas reclinables hasta la posición féretro, creemos que será harto convincente.
—¡Con el único instrumento que quiero oír ruidos cacofónicos es con el mío! ¿Ve? —y el mal educado comenzó a pitorrear con su boca y lengua en la posición típica del pedorreo. Un espectáculo, en verdad, deleznable.
—¡Patético! Ahora pretende imitar a con Joseph Pujol, Le Petomane. ¿No le da vergüenza?
—No sé de qué habla. Yo inventé el cacosinfonismo, también llamado pedofilia blanca melódica y rítmica.
—Además de patético, mentiroso. ¡No puedo creer que nos hayamos asociado!
—¿Somos socios, nosotros?
—No sólo socios. ¡Estamos comprometidos!
La mente de Ramzán Kadilluzhínov inició un turbulento proceso que lo llevará, casi al final de esta serie, a formar parte del equipo de perforación de agujeros negros de la extragalaxia Angelina Jolie, pero no nos adelantemos y brindemos un poco de respiro a nuestros apabullados lectores.

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